Que la tierra sea leve a Agnès Varda
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Hace apenas unas semanas, asistiendo a una proyección de Los espigadores y la espigadora (2000), comprendí que más pronto que tarde tendría que escribir estas líneas que me ocupan. En una de sus secuencias, aquella en la que Agnès Varda conduce para ir al encuentro de sus entrevistados, repara en que los inequívocos signos de la vejez que muestran sus manos le anuncian la inminente llegada de La Parca. Y ahora, que la vida de esta gran cineasta ha quedado sumida para siempre en el último fundido a negro, antes que sus obras maestras de ficción -Cleo de 5 a 7 (1962), La felicidad (1965), Una canta, la otra no (1977), Sin techo ni ley (1985)- me vienen a la cabeza sus documentales sobre la memoria: Les demoiselles ont eu 25 ans (1993), Las playas de Agnès (2007). Estimo especialmente los dedicados a su marido, el gran Jacques Demy. En uno de ellos: Jacquot de Nantes (1991), escuché a Varda una frase que de la que he hecho una de las máximas por las que se rige mi vida: "La verdadera dicha es el recuerdo".
Publicado el 29 de marzo de 2019 a las 15:45.